"Los humanos somos objetos"
con esto ya he resumido todo lo que diré a continuación; así que, de seguir, ya has sido advertido.
Como objetos que somos, somos tan reemplazables como la televisión que en pocos meses saca nuevas tecnologías y a la basura el viejo. Entender esta realidad y aceptarla como tal, como algo que jamás cambiará y que siempre nos atormentará, nos deja menos expuestos a sufrir.
Es, en pocas palabras, quitarse el derecho de ilusionarse con algo o alguien. Ahora, estarán de acuerdo conmigo en que mucho dolor pudo haberse evitado si no nos hubiéramos ilusionado. Pero perder la ilusión, ¿no es lo mismo que perder la esperanza de vivir?
Desilusión: así se llama el hecho de perder la fe en un sueño o fantasía. Pero sueño y fantasia no son los sustantivos adecuados, porque no toda ilusión es forjado a través de "imposibles", muchas son alimentadas por una mala intención: la de herirte.
Para lograr el estado mental que te defiende de la desilusión, es necesario perder la confianza en los demás, convertirse en un ser sin vida, inanimado. Si no te ilusionas, no te desilusionas; lógico, no?
Pero este camino conlleva una gran dificultad: la soledad.
Cuando te aislas del mundo y sus emociones, estás solo. Al estar solo, aparece la desesperación y la angustia, efectos de estar lejos de todos. Por eso, para siquiera intentar olvidar tus ilusiones, es necesario tener grandes agallas y fortaleza, por sobre todo.
Un ser que no confía en los demás, es un micrófono. Un micrófono que sólo capta sonidos, los cuales pasan por sus largos cables, pero jamás lo tocan. Estas palabras, sonidos, fonemas, etc., jamás serán una verdad para él.
Por eso, cuando conozcas a alguien nuevo, que parezca ser distinto a los demás, que parece ser genial, que incluso parece gustarte montones; no lo olvides, eres reemplazable.
Cuando le aburran tus características, buscará nuevas emociones.
Isabel Achurra, la última de la lista.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario